jueves, 23 de octubre de 2008

FRANCISCO DE ORELLANA

La odisea del río Amazonas

Nace en Trujillo en 1511 (más o menos) y juzgando algunos documentos parece ser que llegó a las Indias en 1527, fecha en que Francisco Pizarro estaba en Panamá proyectando su aventura al Perú. Estuvo con Pizarro según el Cabildo de Quito en las conquistas de Lima, Trujillo y Cuzco, también en la conquista de Puerto Viejo y sus términos, ciudad que fundó en 12 de Marzo de 1535. Allí perdió un ojo y estaba cuando se enteró que los indios tenían sitiadas a Lima y Cuzco, ciudades que mandaban Francisco y Hernando Pizarro. Reunió más de ochenta jinetes e infantes y marcho a socorrer a los de Lima. Francisco Pizarro envió desde Lima en abril de 1537 a Alonso de Alvarado para socorrer en el Cuzco a Hernando, llegaba al valle de Amancay cuando Manco Inca había levantado el sitio.

El 25 de Abril de 1538 Francisco de Orellana participa en la batalla de las Salinas, querella entre los Pizarro y Almagro (Hernando se cargó a Almagro); mandaba como alférez general los setecientos hombres que Francisco Pizarro envió desde Lima en socorro de su hermano Hernando. El 4 de Mayo Orellana parte para Lima con una carta del doctor Sepúlveda que aconsejaba a F. Pizarro lo que creía que se debía hacer para que no se acabase de perder aquella tierra.

Francisco Pizarro entrega a Orellana la provincia de Culata encargándole que funde una ciudad. Partió hacia el Norte con su gente a mediados de 1538 reduciendo fácilmente a los indios para enseguida fundar y poblar la ciudad de Santiago de Guayaquil, Pizarro le nombró capitán general y teniente de gobernador. La nueva ciudad dependía del gobierno de Quito al igual que Puerto Viejo.

El 1 de Diciembre de 1540 Gonzalo Pizarro accede al gobierno de Quito reemplazando a Sebastián de Benalcázar, Gonzalo prepara una expedición a las tierras del Dorado y la Canela. Orellana se puso a las órdenes de su paisano Gonzalo ofreciéndose a participar en la busca del Dorado con sus gentes y el dinero necesario de su propia hacienda. Pizarro aceptó el ofrecimiento. Casi preparados los asuntos del viaje Gonzalo delega su autoridad en Pedro de Puebles el 18 de Febrero de 1541 y tres días después el cabildo de Quito ordena que se quiten las cadenas de los indios que les acompañarán en la aventura reuniendo cuatro mil indígenas y doscientos veinte españoles sin contar las tropas que traería de Guayaquil y Puerto Viejo Francisco de Orellana. La expedición llevaba cinco mil cerdos como principal base alimenticia.
Gonzalo Díaz de Pineda sería del guía de la expedición pues había andado tres años antes reconociendo de avanzadilla las orientales tierras a conquistar. De maestre de campo fue elegido Antonio Ribera y como alférez general a Juan de Costa, partían a finales de Febrero. Ribera mandaba la vanguardia dirigida hacia la provincia de Quijos llegando hasta Atunquijo, en retaguardia iba Cristóbal de Funes y en el centro Gonzalo Pizarro llevaba el grueso del ejército. A siete leguas de Quito pasaron unas nevadas montañas donde murieron de frío más de cien indios; cruzaron una áspera región con varios ríos dentro de tupidos bosques por donde se tenían que abrir caminos a golpe de calabozos y petallas. Cuando había andado treinta leguas llegaron al valle de Zumaco, el más poblado y con mejores bastimentos.

Por su parte Francisco de Orellana había quedado en Guayaquil organizando sus cosas y cuando llegó a Quito para unirse a la expedición de Gonzalo vio que estos ya habían partido. Le indicaron el camino siguiendo adelante para encontrarse con Gonzalo y el grueso de las fuerzas pero fueron atacados varias veces por los indios encontrandose en grandes aprietos y comenzando a escasear las provisiones por lo que envió una avanzadilla para pedir refuerzos a Pizarro que respondió ordenando a Antonio de Rivera que despachase gente en auxilio de Orellana. Al fin se reunieron todos en el valle de Zumaco y Gonzalo Pizarro nombra a Francisco de Orellana su teniente general.

Como las lluvias eran cada vez más abundantes Pizarro resolvió salir personalmente en avanzada con ochenta hombres de a pie y algunos guías indios hacia el Oriente encontrandose al cabo de sesenta días de marcha con árboles de canela muy dispersos y en poca cantidad, de poco interés para el comercio. Entre aquellas montañas había indios completamente salvajes que vivían en humildes chozas a los que Gonzalo preguntó si más adelante habían valles y llanos por donde se pudiese marchar y hacer camino practicable para caballos... como los indios no le respondiesen o no supiesen darle razón entregó algunos para que les despedazasen los perros y a otros les quemó.

Siguieron adelante hasta encontrar un río en cuyas orillas había una gran explanada de arena, allí acamparon y cuando dormían hubieron de salvarse en los barrancos inmediatos, a toda prisa, de una gran avenida de aguas perdiendo gran parte de sus pertrechos. Decidieron volver sobre sus pasos y cuando estaban a cuatro leguas de Zumaco hicieron alto y desde allí marcharon derechos a Capua sin encontrar al resto del real. Este día encontraron un río muy caudaloso que no podían vadear, al otro lado se veían indios que les observaban.

Gonzalo Pizarro hizo saber a los indios que vinieran a verle sin temor y así lo hicieron algunos con su cacique Delicola a quien Pizarro agasajó regalándole las cuatro mariconadas que tanto gustaban a los indios. Delicola le engañó diciendo que más allá había grandes ciudades y muy ricas regiones gobernadas por señores muy poderosos. En premio por sus noticias Pizarro le retuvo prisionero para que le sirviese como guía. Caminaron aguas arriba hasta encontrar una angostura y en donde los indios trataron de defender el paso inútilmente pues los arcabuceros españoles se cargaron sus pretensiones y vidas. Hicieron un puente encontrando al otro lado poblaciones insignificantes (acamparon en una de estas que se llamaba Quema o Guema) y poca comida hasta llegar a unas sabanas de dos leguas de largo lindando toda ella con bosques impenetrables como los que traían. Acamparon y Pizarro envió a buscar al resto de los compañeros que habían quedado en el real de Zumaco juntándose finalmente todos.
Pizarro envió a su maestre de campo con cincuenta soldados para explorar la tierra que había delante, tardaron quince días en volver contando que habían encontrado un gran río con viviendas y muchos indios con canoas bien vestidos y tratados. Siguieron todos hacia aquella tierra que se llamaba Omagua, pasando grandes ciénagas y muchos esteros.

Durante veinte leguas siguieron las orillas del río deteniéndose en unas poblaciones no grandes desde donde Gonzalo Pizarro trató de hacerse amigo de los indios para que le procurasen comida, al principio así ocurrió haciendo sus canjes pero después se alteraron y desaparecieron quedando el cacique y sus gentes principales como rehenes. Los españoles al fin se hicieron de canoas con las que se buscaron el sustento a uno y otro lado del río siempre con el riesgo de encontrase canoas tripuladas por indios que en ellas eran muy peligrosos, a veces vieron hasta ciento cincuenta de ellas.

Ante tal situación decidieron hacer un bergantín para seguir río abajo hasta encontrase con el mar del Norte. Orellana estuvo en contra de aquella idea pero cuando al fin se decidió su construcción fue el más activo en acarrear materiales para tal empresa. La población donde estaban la llamaron El Barco, el bergantín que hicieron era estanco y recio aunque no muy grande. Confiose la nave a Juan de Alcántara. En ella entraron, caballos, indios, cristianos, todo aquello que en él cupo y podían llevar.

Hallaron algunos pueblos pequeños de donde se abastecían con maíz y yuca, encontraron gran cantidad de guabas que no era poca ayuda para pasar su necesidad. Río abajo se fue haciendo muy duro el trayecto pues no podían orillarse ante las grandes ciénagas donde los esteros se hacían muy hondos que hubieron de pasarlos a nado con los caballos y donde murieron bestias y españoles. Cuarenta y tres días anduvieron así hallando poca comida y todo despoblado. Se habían comido los cinco mil guarros que trajeran de Quito, no les quedaban otros bichos caseros que perros y caballos.

FRANCISCO DE ORELLANA SE PIERDE RÍO ABAJO

Francisco de Orellana le contó a Gonzalo Pizarro que sus guías le habían dicho del gran despoblado que seguían pero que río abajo se encontraba con otro mayor y una jornada hacia arriba del otro había mucha comida. Pidió que le diesen el bergantín y que el real siguiese río abajo por tierra hasta la confluencia antes dicha; Orellana seguiría por el otro río hacia arriba para encontrar la comida descendiendo hasta donde le esperase el real. Según el padre Carvajal que acompañó a Orellana solo se llevó cuatro o cinco ballestas y tres arcabuces que habían entre sus compañeros pero Gonzalo Pizarro le acusa de que partió con el bergantín y las canoas armadas con sesenta hombres.

"Cargose el bergantín con los objetos pesados y púsose dentro parte de la ropa de los expedicionarios y muy escasa cantidad de provisiones. Orellana dejó en el campamento lo poco que quedaba de la marcha de Quito a Zumago. Amarráronse a los costados del barco, o tripuláronse, diez de las quince canoas con que contaba el real, y enseguida subieron a bordo Orellana, fray Gaspar de Carvajal y el mercedario fray Gonzalo de Vera, los enfermos y los soldados que habían de ir en la expedición, en total 60 personas." Al despedirse Orellana de Pizarro le dijo:

"Que si la ventura le favoreciese en que cerca hallase poblado y comida conque todos se pudiesen remediar, que él se lo haría saber; y que si viese que se tardaba, que no hiciese cuenta dél, y que, entre tanto, que se retrajese atrás donde hubiese comida, y que de allí le esperase tres o cuatro días, o el tiempo que le pareciese, y que, si no viniese, que no hiciese cuenta dél."

Según el padre Carvajal que presenció la despedida, Pizarro le contestó que hiciese lo que le pareciese.

Levaban más de diez meses de camino y estaban en el río que corría por el valle de la Coca, este río se juntaba con el Nao que los conquistadores llamaron el río de la Canela. Según el padre Carvajal a este que llevaban de la Coca se le juntaban el río Cosanga y el Payamino antes de encontrarse con el de la Canela y cuyo paraje se llama Las Juntas del Coca.

Francisco de Orellana y su bergantín partieron de un punto del río Cosanga antes de juntarse con el Coca, al segundo día el barco chocó con un troco abriendo una vía de agua que por pelos pudieron reparar llevando la nave a la orilla. Llevaban tres días en el agua y no habían encontrado ni pueblos ni alimentos, sus marinos iban calculando veinticinco leguas de navegación por jornada y en ese momento pensaron dar la vuelta pero con la esperanza de encontrar material siguieron navegando río abajo. Pasaron los días y ya sin esperanzas pues la vuelta cada vez era más difícil por el hambre y las corrientes, acordose "seguir el río, o morir o ver lo que en él había".

Cuando el barco se orillaba algunos se internaban en el bosque intentando encontrar algo de comida muriendo muchos dellos envenenados "porque estaban como locos y no tenían seso". El primero de Enero de 1542 creyeron oír tambores desde algún poblado pero fue la noche del segundo día del año cuando los tambores se oyeron con plena claridad aumentando a medida que avanzaban. Dice un cronista que se estaban comiendo el último pan del trigo que le quedaba a fray Gaspar de Carvajal para las hostias.

Con grandes precauciones por si eran sorprendidos por los indios navegaron dos leguas cuando vieron venir río arriba cuatro canoas llenas de indios que al divisar a los españoles huyeron despavoridos. Orellana mandó apurar los remos, los indios parecía que les esperaban pero cuando les vieron desembarcar se internaron en el bosque pudiendo darse un festín con la comida que los indios tenían en sus chozas sin dejar de vigilar con las armas prestas la vuelta de los aborígenes. A las dos de la tarde del tres de Enero los indios asomaron por el río a ver que ocurría en sus casas hasta que Orellana les pudo convencer para que se acercaran, los españoles les abrazaron regalándoles vestidos y cuanto necesitasen a cambio de comida. Enseguida enviaron a buscar lo que pedían y el cacique le dijo que aquel pueblo se llamaba Aparia.
Al día siguiente y como teniente de gobernador de Gonzalo Pizarro nombró escribano a Francisco de Isásagra para que diese fe de lo que allí ocurría. Cuando llegaron tres o cuatro caciques, Orellana como teniente de Pizarro tomaba posesión para el Rey de España de ellos y de sus pueblos Aparia e Irimara. Francisco de Orellana dejó claro a sus compatriotas de su idea de subir de nuevo el río pero estos le contestaron que "¡cuanto más peligro de muerte tendríamos subiendo con vuestra merced el río arriba!" y que no les pusiera en el brete de desobediencia por lo que Orellana al día siguiente y ante el escribano decidió que contra su voluntad pero entendiendo los razonamientos de sus compañeros seguirían río abajo y si salvaban sus vidas se presentarían después a su jefe para explicarle los pormenores, antes de partir esperarían allí dos o tres meses y entre tanto construirían un bergantín.

Se pusieron manos a la obra y entre tanto Orellana tomó posesión de once caciques que venían a agasajarle con comida en nombre del Rey de España y de su jefe Pizarro. En veinte días tenían preparado todos los elementos necesarios para terminar el bergantín, no se pudo y hubo de adelantar la marcha pues la comida se acababa y los indios habían perdido voluntad. Orellana ofreció mil castellanos de oro, dos negros y algunos indios que les ayudasen a remar a los seis solados que quisiesen ir en busca de Gonzalo Pizarro, solo tres aceptaron por lo que el proyecto era totalmente irrealizable.

Habían superado las juntas del Coca con el Napo y estaban más abajo de donde se unía el Aguarico, aquellos Aparia eran descendientes de Caribes, los Irimara que habitaban las riberas del Napo hasta más arriba de las Juntas de la Coca.

El 2 de Febrero partieron Napo abajo hasta que navegadas veinte leguas llegaron a la confluencia por la derecha del río Curaray, punto donde estuvieron a punto de naufragar. (Curaray viene de curate, veneno con que envenenaban sus flechas los indios). Allí vivía un cacique importante a quien Orellana deseaba a visitar por ser indio y señor de mucha razón (poco antes este cacique le había visitado en Aparia llevándole buenos regalos) pero la violencia de las aguas se lo impidieron. Dos canoas llenas de expedicionarios se perdieron durante dos días entre las tumultuosas corrientes. Al fin pudieron atracar después de un día de descanso en unas poblaciones de indios que les recibieron amigablemente dándoles tortugas, papagayos y otras provisiones. Pernoctaron en un pueblo inmediato que estaba abandonado pero hubieron de levantarse temprano porque los mosquitos no les dejaron vivir; marcharon a otro donde los indígenas les estuvieron agasajando durante tres días.

Como los indios les creyeran hijos del Sol rogáronles que se quedaran y que nunca les faltaría comida lo que aprovecharon para acabar de construir el bergantín. A la semana tenían cortada la madera, hicieron carbón para fabricar clavos con una fragua que un ingenioso había hecho sin ser herrero, usaron el algodón como estopa y la resina de los árboles silvestres que les buscaban los indios como brea. Cuarenta y un día tardaron en ponerlo a flote, era más grande que el que traían y al que también hubieron de reparar. Durante aquellos días Orellana tomó posesión de las tierras y caciques como vasallos de su Majestad, el padre Carvajal predicó en las solemnes fiestas eligiendo como alférez a Alonso de Robles.

El Domingo 11 de Febrero de 1542 desembocaban en el río Marañón y el 1 de Marzo Orellana renunciaba ante todos la tenencia con que Pizarro le había investido y a renglón seguido sus subordinados le pedían que fuese su jefe en nombre de su Majestad y para evitar daños, escándalos, muertes de hombres "y otros desafueros que en tal caso suelen acontecer por no tener capitán".

Aceptó el cargo Orellana por ser así cumplidero al servicio de Dios y de su Majestad, y por le servir, los firmantes, en número de cuarenta y siete, es decir, todo el campo, y sirviendo como testigos del acto los dos religiosos y como ministro de fe el escribano.

Partieron el 24 de abril de 1542. Después el caique Aparia les llevó bastimentos y regalos a un pueblo suyo que había más abajo y durante el trayecto por las tierras de estas tribus todo fueron agasajos.

De nuevo escasearon los alimentos pasando grandes despoblados yendo el río de monte a monte haciéndoles difícil dormir y pescar teniéndose que comer yerbas y algún poco de maíz tostado. El 12 de Mayo avistaron los pueblos de Machiparro de quienes le había hablado Aparia y que les recibieron en plan de guerra y como se les había mojado la pólvora a duras penas con las ballestas pudieron alejarles y tomar puerto en un pueblo bien abastecido de alimentos que defendieron los indios haciéndoles caer heridos a dieciocho, uno murió al poco y un arcabucero quedó inútil de las heridas. Embarcaron al fin todos y perseguidos por los indios en las canoas surcaron el río abajo y las de todos los pueblos ribereños que iban pasando, intentaron desembarcar en un islote y tampoco pudieron. Durante tres días estuvieron hostigados hasta que salieron de los territorios del belicoso Machiparo.

Más abajo hubieron de conquistar un pueblo de otra tribu para poder descansar y abituallarse, después de tres días de descanso y reponer la despensa con bizcochos y frutas el 16 de Mayo proseguían la aventura evitando encontrarse con los indios de Omagua hasta llegar a la tierra del cacique Paguana que les recibió hospitalariamente.

El 29 de Mayo atracaban en otro pueblo pequeño que ocuparon sin resistencia, el 3 de Junio llegaban a la desembocadura del río Negro, descansaron al día siguiente que era Domingo y el Lunes tomaron puerto en un mediano pueblo y luego en otros donde se iban proveyendo sin incidentes hasta el día 7 que tuvieron un combate nocturno cayendo algunos heridos y haciendo prisioneros a unos cuantos indios que ahorcaron seguidamente.

El día 8 de Mayo era el Corpus y el 9 descanso. El día 10 vieron como desembocaba una poderosa corriente que llamaron río Grande y hoy de conoce como Madeira. El día 13 llegaron a un pueblo grande y fuerte puesto en un alto que por la hechura de sus casas "mostraba en si ser frontera de otras provincias", el 14 avistaron otra población que hubieron de conquistar para abituallarse incendiando una gran choza donde perecieron abrasadas algunas mujeres y muchachos.

El 24 de Mayo nuevo combate con los indios capitaneados por las amazonas y donde resultó herido entre otros el padre Carvajal "con una flecha en la hijada, que le entró hasta lo hueco, y si no fuera por las dobleces de los hábitos, por donde primero pasó la flecha, me matara". Ese día el fraile había predicado en honor de San Juan el Bautista pero tenía mala suerte pues en otro combate perdió un ojo. Orellana hubo de seguir la marcha sin desembarcar escaseando los víveres y aun así Antonio Carranza murió de una flecha envenenada al finalizar el Mes. De nada sirvió que Orellana amarrara los bergantines en los árboles de una isla para poner barandillas que les librasen de las flechas pues cuando pasaban frente a la desembocadura de uno de los brazos de Paranaiba otra flecha envenenada acabó con el soldado García de Soria muriendo a las veinticuatro horas.

Por fin barruntaron el mar Atlántico al notar él las mareas y el ensanchamiento del río, habían llegado a la tierra baja y estaba lleno de islas poco pobladas y donde podían conseguir comida sin daño; ya nunca más pudieron tomar tierra firme hasta llegar al Mar -dice el padre Carvajal-. Siguieron navegando y de nuevo la falta de comida les llevó a tomar un pueblo metido en un estero, era pleamar y el bergantín grande acertó a tomar bien el puerto pero el pequeño no vio un palo sumergido con el que chocó haciéndole una vía de agua al hacerse pedazos una tabla anegándose el barco de agua. Menos mal que los otros hicieron huir a los indios y creyéndose seguros se pusieron a recoger comida se revolvieron haciéndoles volver a donde estaban los bergantines con mínima seguridad porque el grande estaba en seco y el pequeño anegado, Orellana dispuso a la mitad de la gente que hiciesen frente a los indios mientras el resto varaban el bergantín reparándolo. A las tres horas se retiraron los indios a tiempo que la avería quedaba salvada.

Al otro día se refugiaron en la espesura de un monte comenzando la obra de aderezar el bergantín pequeño para que pudiese navegar por mar y durante dieciocho días estuvieron manos a la obra con poca comida y menos mal que el río arrastraba una danta recién muerta que pudieron pescar. Siguieron aguas abajo hasta encontrar una playa donde varar el bergantín grande y prepararlo a su vez durante catorce días que se alimentaron de mariscos que pillaban la mitad de la gente dedicada a este efecto.

El 8 de Agosto partieron alejándose a vela en las horas que bajaba la marea, encontraron indios mansos que escondían la comida y el hambre les hizo tirar de raíces como cualquier oveja. El 24 de Agosto llegaban a la desembocadura del río, descansaron allí un día y una noche preparando cables y sogas para la jarcia de los bergantines. Allí tomaron agua y la mañana del sábado día 26 de Agosto, antes del Alba desplegaban los dos bergantines sus velas saliendo a la mar entre la isla grande de Marajo y otra más pequeña que queda hacia el Norte; durante cuatro días navegaron en conserva, unas veces a vista de tierra y otras más alejados de la costa hasta que el día 29 se apartó un bergantín de otro -el padre Carvajal cuenta- "que nunca más nos podimos ver, que pensamos que se hubiesen perdido y al cabo de nueve días que navegábamos metiéronnos nuestros pecados en el golfo de Paria" y fue tan dificultosa la salida al mar que tardaron en conseguirlo siete días y a fuerza de remos y comiendo simplemente una especie de ciruela que llaman hogos. Así salieron de las bocas del Dragón navegando durante dos días costa adelante hasta que llegaron a la isla de Cuabagua y ciudad de Nueva Cádiz donde se encontraron con el otro bergantín que había llegado dos días antes.

Era el 9 de septiembre de 1542.